La microbiota es uno de los factores más estudiados en relación a la inmunoterapia. El Centro del Cáncer MD Anderson de la Universidad de Texas, tiene una línea de investigación centrada en ese campo, en el que colabora la oncóloga Jennifer McQuade. La especialista, que participó hace unos meses en el segundo simposio sobre inmunoterapia y cáncer organizado por la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), ha observado en diversos trabajos que el microbioma intestinal es distinto entre los pacientes que responden y los que nos responden a la inmunoterapia.
Habida cuenta del impacto de la dieta en la flora intestinal, McQuade considera interesante hablar con el paciente sobre sus hábitos alimentarios antes de iniciar un tratamiento con inmunoterapia.
“Teóricamente, tendría sentido intentar cambiar la microbiota antes de empezar un tratamiento inmunoterápico. Potencialmente, podría modificarse mediante el trasplante de microbiota, o con ciertos prebióticos y la dieta”, comenta la oncóloga. Ella suele abordar el tema de la dieta en la conversación que mantiene con sus pacientes, al igual que les explica los resultados esperados y la potencial toxicidad de la terapia.
“En mi opinión, es importante tener en cuenta ciertos aspectos del estilo de vida”, comenta a DM, si bien recalca que de momento, en pacientes aún no está probado de forma fehaciente que la microbiota, y su modulación a través de los alimentos, determine la respuesta.
Pero sí indica que cada vez más estudios van esa dirección. Los más impactantes en modelo animal aparecieron en Science en 2015. “La cuestión se volvió relevante y se pusieron en marcha diferentes trabajos con pacientes, que están mostrando que los respondedores a la inmunoterapia [inhibidores de PD-1 y de CTLA-4, solos y en combinación] tienen un perfil de microbiota diferente a los que no responden. Lo importante ahora es demostrar la causalidad. Un estudio ha visto en ratones con tumor que también respondían a la inmunoterapia cuando se les trasplantaba la microbiota de enfermos respondedores”, comenta a DM McQuade.
La potencial influencia de la microbiota se ha observado en tumores muy diversos: además de en cáncer colorrectal, otros en los que se investiga son melanoma, carcinoma renal y de pulmón.
“Uno de los principales temas de controversia ahora es cuál sería la composición de la microbiota que favorece la respuesta a la inmunoterapia. Nosotros hemos encontrado una asociación en las bacterias que contribuyen a digerir la fibra. Estudiamos a pacientes que van a iniciar la inmunoterapia y aquellos que siguen un alimentación alta en fibra [consumo habitual y elevado de frutas, verduras y cereales integrales] tenían cinco veces más probabilidades de responder al tratamiento”.
McQuade recalca que es “un estudio observacional”, pero los resultados obtenidos dan pie a una investigación que compara en pacientes con cáncer de forma aleatorizada el efecto una dieta rica en fibra frente a otra sana, pero con menos fibra, antes de que inicien la inmunoterapia.
“Lo cierto es que una dieta rica en fibra (alto consumo de verduras y fruta) ya se ha demostrado beneficiosa en muchos otros aspectos, como el cardiovascular, así que no hay razón para no intentarlo en este contexto clínico”.
Vino y chocolate
Pero la hipótesis de la fibra no es la única. Otro grupo de investigadores que analizó a pacientes franceses descubrió que la mejor respuesta a los inhibidores de checkpoint se asociaba a la elevada presencia de Akkermansia muciniphila, bacteria característica de la microbiota de consumidores habituales de vino, frutos secos y chocolate.
Lo cierto es que los mecanismos que explican la relación entre determinadas bacterias y los resultados clínicos del tratamiento oncológico están por determinar. En el caso de las bacterias que digieren la fibra, McQuade sugiere que “el proceso de fermentación produce ácidos grasos de cadena corta que son el principal nutriente de los enterocitos, las células que conforman la capas mucosa del intestino, y que, a su vez, contribuye a la inmunidad. También se ha visto recientemente que los ácidos grasos de cadena corta pueden intervenir en cambios epigenéticos de las células T CD8 y en la conversión de las células T efectoras en célula de memoria”.
Lo que parece no funcionar, destaca McQuade, son los probióticos. “Recomendamos que dejen de tomarlos, porque no favorecen la diversidad ni el tipo de bacteria necesario”.
Edad y obesidad, ¿una ventaja?
Además de la microbiota, otros factores que se estudian por su posible efecto en la respuesta a la inmunoterapia son estrés, actividad física, sueño y, en general, “todo lo que puede tener un impacto en la inmunidad”.
A falta de entender las causas, la observación de estos factores da lugar a resultados sorprendentes o, cuanto menos, poco intuitivos. La edad, por ejemplo, es uno de ellos. “A medida que se envejece, se sabe que se produce inmunosupresión; sin embargo, hemos visto que los pacientes de más edad responden a la inmunoterapia mejor. Esto puede deberse a que la variación en los niveles de células Treg”.
De igual forma, las personas obesas podrían también obtener mejores respuestas, comenta McQuade en alusión a otro de sus trabajos publicado en The Lancet Oncology, si bien, son observaciones cuya causalidad aún debe demostrarse.
Fuente: www.diariomedico.com