Diana Phillips 23 de mayo de 2016 Una manzana al día puede ayudar más que a mantenerse lejos del médico: un nuevo estudio en que se analiza el consumo de fruta y verdura en adolescentes y adultos jóvenes vincula una mayor ingesta de fruta a una disminución del riesgo de cáncer de mama.
En un análisis de datos prospectivos de la cohorte del Nurses’ Health Study II, el consumo de 2,9 raciones de fruta al día durante la adolescencia se relacionó con una disminución de 25% en el riesgo de cáncer de mama, en comparación con el consumo de 0,5 raciones de fruta al día.
El hallazgo, comunicado en un artículo publicado en versión electrónica el 11 de mayo en BMJ por la Dra. Maryam S. Farvid, del Departamento de Nutrición de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard en Boston, Massachusetts, y sus colaboradores, se suma a la literatura creciente que indica la importancia de las opciones de alimentos durante la adolescencia. Antes este año, la Dra. Farvid y su equipo informaron que las mujeres en el quintil más alto de ingesta de fibra durante la adultez temprana tuvieron un riesgo relativo de cáncer de mama de 0,81 (intervalo de confianza [IC] 95%: 0,72 – 0,91) en comparación con las mujeres del quintil más bajo de ingesta de fibra.
En ese estudio también se analizaron datos de mujeres de la cohorte del Nurses’ Health Study II. Las mujeres que consumían grandes cantidades de fibra durante la adolescencia tuvieron una reducción de 24% en el riesgo de presentar cáncer de mama antes de la menopausia, en comparación con las que consumieron cantidades más bajas de fibra, y el riesgo de por vida para presentar cáncer de mama se redujo 16% en el grupo que consumía alto contenido de fibra.
El análisis actual refleja datos de 90.476 mujeres premenopáusicas de 27 a 44 años del Nurses’ Health Study II, quienes llenaron un cuestionario sobre alimentación en 1991, y de las cuales 44.223 llenaron un cuestionario adicional en 1998 en torno a su alimentación durante la adolescencia. Los investigadores analizaron el consumo total de frutas y verduras durante la adolescencia y la adultez temprana, y también analizaron específicamente la ingesta de frutas y verduras ricas en α-caroteno en la población estudiada. Además de la incidencia de cáncer de mama en la población del estudio, los investigadores también valoraron el receptor de hormona en los tumores y los antecedentes de menopausia cuando se estableció el diagnóstico.
En total, 3235 mujeres presentaron cáncer de mama invasivo en el curso de 22 años de seguimiento; en 1347 de ellas se contó con información alimentaria durante la adolescencia. Los investigadores evaluaron la ingesta de líquido por quintiles. Los autores informan que el hazard ratio (HR) del riesgo de cáncer de mama para el quintil más alto frente al más bajo de la ingesta de fruta fue 0,75. «Aunque las mujeres de la tercera y quinta categoría al parecer tuvieron un riesgo similar más bajo en comparación con las de la ingesta más baja, una prueba de no linealidad no fue significativa», señalan.
Los autores explican: «Si esta reducción de riesgo aparente se aplica al riesgo de cáncer de mama de por vida, el número absoluto de neoplasias malignas de la mama que podría evitarse con la mayor ingesta de frutas sería considerable».
La relación para la ingesta de frutas durante la adolescencia fue independiente de la ingesta de frutas durante la edad adulta y no hubo ninguna relación entre el riesgo de cáncer de mama y la ingesta total de fruta en la adultez temprana o la ingesta total de verduras en la adolescencia o en la adultez temprana, informan los autores.
En los análisis según el tipo de fruta y verdura, «la mayor ingesta de frutas y verduras ricas en α-caroteno durante la adultez temprana se relacionó específicamente con una disminución del riesgo», señalan los autores. «Las relaciones con el cáncer de mama fueron significativamente diferentes entre las frutas y verduras individuales: un mayor consumo de manzana, plátano y uvas durante la adolescencia, así como naranjas y col rizada en la adultez temprana, se relacionó significativamente con una disminución del riesgo».
Al analizar la relación entre la ingesta de fruta y el tipo de tumor, los investigadores observaron que la relación entre la ingesta de fruta en la adolescencia y la disminución del riesgo de cáncer de mama fue más sólida para los tumores malignos con negatividad para receptor de estrógeno y progesterona (HR: 0,70; IC del 95%: 0,57 – 0,86 por ración/día) en comparación con los tumores malignos con positividad para receptor de estrógeno y progesterona (HR: 0,91; IC del 95%: 0,83 – 1,00) y los tumores malignos con positividad para receptor de estrógeno y negatividad para receptor de progesterona (HR: 1,03; IC del 95%: 0,82 – 1,29).
Aunque la relación entre la dieta y el cáncer de mama se ha estudiado durante decenios con resultados variables, gran parte de la investigación se ha basado en las evaluaciones alimentarias a una mediana edad o más tarde, señalan los autores.
En un editorial complementario, los Dres. Timothy J. Key y Gillian K. Reeves, de la Unidad de Epidemiología de Cáncer del Departamento de Salud Pública de Nuffield, en la Universidad de Oxford en Inglaterra, hace alusión a ejemplos «de otros factores medidos a edades tempranas» que afectan al riesgo de cáncer de mama de por vida. «Por ejemplo, la menarquia temprana aumenta el riesgo de cáncer de mama, y hay datos que indican que la adiposidad relativa durante la infancia y la adolescencia se relaciona con una disminución del riesgo de cáncer de mama en el curso de la vida».
La variación en la asociación entre la ingesta de fruta durante la adolescencia y el riesgo de cáncer de mama, según la expresión de receptor de hormona, tiene especial interés, según los editorialistas, «pues algunos estudios recientes han planteado la posibilidad de que el tipo de alimentación podría influir en el riesgo de subtipos específicos de cáncer de mama».
Aunque se necesitan más pruebas para definir si la ingesta de fruta durante la adolescencia protege contra el cáncer de mama, «estos alimentos tienen efectos beneficiosos bien conocidos sobre la salud y se continúa haciendo lo posible por aumentar la ingesta de frutas y verduras a todas las edades», señalan los autores del editorial.
Los autores del estudio están de acuerdo en que están garantizados más estudios para analizar la relación entre la alimentación a una edad temprana y el riesgo de cáncer de mama.
«Nuestros hallazgos son congruentes con las recomendaciones para la prevención del cáncer mediante el consumo de más frutas y verduras y respaldan la adopción de estas conductas a una edad temprana», señalan los autores.
El estudio fue respaldado por becas del National Institutes of Health y de la Fundación de Investigación de Cáncer de Mama. La Dra. Farvid fue respaldada por la Asociación de Productores Farmacéuticos Japoneses. Los autores del editorial son apoyados por Cancer Research UK.