Un consorcio con más de 300 instituciones de seis continentes y que analiza datos de 275.000 mujeres, de las cuales 146.000 tenían cáncer de mama, ha identificado a 72 variantes genéticas asociadas a la enfermedad.
El cáncer de mama es una entidad compleja que involucra a gran cantidad de variantes genéticas en interacción con las condiciones ambientales. Los investigadores acumulan información en aras de prevenir la enfermedad, aumentar el diagnóstico precoz y mejorar el tratamiento. En una iniciativa internacional sin precedentes, el consorcio OncoArray, en el que participan investigadores de aproximadamente 300 instituciones diferentes de seis continentes, ha analizado datos genéticos de 275.000 mujeres, de las cuales 146.000 habían sido diagnosticadas con cáncer de mama. El resultado es un hallazgo que revela información crucial sobre la disponibilidad genética y deja el genoma del cáncer de mama al descubierto. En este estudio mundial se han identificado a 72 nuevas variantes genéticas que contribuyen al riesgo de desarrollar cáncer de mama, duplicando el número de las que ya se conocían y sumando un total de 180 variantes implicadas.
El hallazgo se publica hoy en las revistas Nature y Nature Genetics. En la primera se describen 65 de esas 72 nuevas variantes, que son las comunes que predisponen al cáncer de mama en general. Y en la segunda las otras siete, que son las que predisponen específicamente al cáncer de mama de receptores de estrógenos negativo. Los casos de este subconjunto no responden a las terapias hormonales, como el medicamento tamoxifeno.
La primera consecuencia es el salto de gigante que se puede producir desde el punto de vista de la investigación dado la abundancia de datos que se obtienen con este descubrimiento. «Se trata de una cantidad enorme de información, desenmascaramos la biología de las células cancerosas, lo que es muy relevante para combatirlas mejor y ampliar así el tratamiento a más ángulos», destaca Manuela Gago, del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago (IDIS), que junto a Ana Vega y Ángel Carracedo, de la Fundación Pública Gallega de Medicina Genómica, y Esteban Castelao, del Instituto de Investigación Sanitaria de Vigo, forman parte del grupo Breogan, uno de los que participan en este trabajo internacional. El grupo de Javier Benítez, del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), es otro de los equipos españoles, al que se suman algunos centros más de Barcelona, Gerona, Madrid, Oviedo y Baracaldo. El investigador principal del estudio es Douglas Easton, de la Universidad de Cambridge.
Para la práctica clínica se busca un objetivo más a largo plazo que es la obtención de una escala de riesgo genético que se pueda utilizar en el cribado individualizando tanto en la prevención como en el diagnóstico precoz: «Podemos poner en la ecuación estos genes e identificar a las mujeres con más predisposición genética. Así seremos capaces de hacer un seguimiento adecuado, reduciendo el número de pacientes y mejorando el diagnóstico precoz», comenta Manuela Gago.
La investigadora del IDIS explica que cada una de estas variantes confiere un riesgo pequeño, mucho menos potente que los conocidos genes BRCA1 Y BRC2, pero que se incrementa a medida que se acumulan: «Aumentan el riesgo de manera poco significativa, aunque es seguro que lo aumentan. Si se acumulan, juntas pueden tener un efecto importante».
Los resultados generados por OncoArray ayudan a comprender los procesos biológicos que intervienen en la carcinogénesis mamaria y ponen de manifiesto la complejidad de esta enfermedad, tal y como revela Douglas Easton: «Estos hallazgos aumentan significativamente nuestra comprensión de la base heredada del cáncer de mama. Además de identificar nuevas variantes genéticas, hemos confirmado muchas que sospechábamos anteriormente. Existen algunos patrones claros en las variantes genéticas que deberían ayudarnos a entender los motivos de que algunas mujeres estén predispuestas y qué genes y mecanismos están involucrados».
Asimismo, se confirma que existen tipos de cáncer de mama biológicamente distintos y que se desarrollan de manera distinta. Alrededor del 70 por ciento de los casos son de receptores de estrógenos positivo, lo que significa que las células cancerosas tienen una proteína particular (receptor) que responden a las hormonas sexuales femeninas estrógenos, lo que hace que el tumor crezca. Las que no lo portan son las conocidas como receptores de estrógenos negativo. Pues bien, este estudio identifica regiones genéticas específicamente asociadas con receptores de estrogenos positivos y con los receptores de estrógenos negativos. «Una mejor comprensión de la base biológica del cáncer de mama de receptores de estrógenos negativos puede llevar a intervenciones preventivas y tratamientos más efectivos», significa el profesor Roger Milne, del Cancer Council Victoria de Melbourne.
«También hemos descubierto genes y mecanismos que no esperábamos», revela Manuela Gago. La mayoría de las variantes encontradas en el estudio OncoArray no se encontraron dentro de los genes, sino más bien en regiones del genoma que regulan la actividad de genes cercanos. Cuando los investigadores observaron el patrón de estas regiones genéticas, descubrieron que esto difería del de aquellas regiones involucradas en la predisposición a otras enfermedades comunes.
Fuente: http://oncologia.diariomedico.com