El trabajo, publicado por la revista Oncogene, identifica la proteína que favorece la propagación de las células tumorales, lo que la convierte en una diana terapéutica.
Seis meses le bastan para acabar con la vida de una persona hasta entonces sana. Ni la cirugía, con todas las herramientas tecnológicas a su alcance, ni los tratamientos de quimioterapia y radiación -cada vez más selectivos- han conseguido mejorar en las últimas décadas las devastadoras tasas de supervivencia (la media es de año y medio) del glioblastoma, el tumor cerebral más frecuente en adultos y el más letal -representa alrededor del 3% de las muertes por cáncer-.
Un negro pronóstico, al que se enfrentan unos 40 pacientes cántabros al año. Ahora, investigadores de Valdecilla han abierto un claro de esperanza con un trabajo puntero a nivel mundial, en el que han descubierto cómo se propaga este tipo de cáncer, que es tanto como decir por dónde hay que atacarlo para frenar su imparable avance.
La investigación, recién publicada en la prestigiosa revista científica Oncogene, ha sido dirigida por José Luis Fernández Luna, coordinador de Genética. En ella han participado Ana Talamillo (Genética), Alfonso Vázquez Barquero y Carlos Velásquez (Neurocirugía), Carlos López (Oncología) y Nuria Terán (Anatomía Patológica). También han colaborado investigadores del IBBTEC, Universidad de Cantabria, CIMA de Navarra, Centro de Investigación del Cáncer de Salamanca y del Kings College de Londres. Fruto de este trabajo conjunto, desarrollado durante tres años, se ha identificado una nueva proteína -denominada ODZ1- ligada al cáncer.
«Sabíamos que estaba implicada en el desarrollo del sistema nervioso central embrionario, pero no se había asociado a un tumor hasta ahora. En las células normales, en adultos, prácticamente no está presente. Sin embargo, hemos visto que en el glioblastoma esta proteína se expresa en las células tumorales y está aumentada, lo que desencadena una serie de procesos celulares que conducen a que tengan una mayor capacidad de migrar e invadir el tejido cerebral circundante», explica Fernández Luna.
En definitiva, sus conclusiones apuntan que es esta proteína la que da la habilidad a las células tumorales de propagarse, por eso este cáncer es tan invasivo. Y es esa capacidad para migrar a regiones colindantes al núcleo del tumor -crece en forma de estrella- lo que le convierte en letal, ya que «hace muy difícil que pueda ser atacado quirúrgicamente».
El jefe de servicio de Neurocirugía de Valdecilla, Alfonso Vázquez Barquero, admite que en el tumor cerebral «la mayor efectividad de la quimioterapia y la radioterapia se consigue cuando podemos quitar la mayor parte del tumor, pero en este caso la eliminación nunca es total, precisamente por la invasión de células microscópicas que no se ven, ni siquiera con las técnicas de inmunofluorescencia, que permiten visualizar los restos tumorales».
Marcador pronóstico
El neurocirujano subraya que, «desde el punto de vista tecnológico, tenemos todas las herramientas posibles para intervenir, pero ni eso ni el desarrollo de la quimioterapia y la radioterapia se ha traducido en resultados. La diferencia con respecto a hace 30 años en estos pacientes apenas es de unos pocos meses de supervivencia. Hay tumores que evolucionan muy rápido (6 meses) y otros que van más despacio (hasta los dos años)».
Por eso, los investigadores afirman que «la detección de esta proteína en biopsias puede ser un marcador pronóstico de la enfermedad». Con este fin, el grupo ha desarrollado un anticuerpo que identifica la presencia de ODZ1, una «herramienta sencilla y muy útil» para determinar los niveles de esta proteína en el tumor.
El resultado permitirá determinar la capacidad de invasión y, por tanto, su agresividad. «Vamos a intentar que tenga utilidad práctica y que se pueda incorporar como una prueba de rutina a la hora de analizar las biopsias. Para ello, habrá que hacer un ensayo multicéntrico con un número importante de pacientes (en este trabajo se han estudiado 122 casos)», apunta el responsable de Genética.
Pero «aún más interesante», añade, es que «esta investigación sitúa a ODZ1 como una diana terapéutica, ya que si se logra bloquear o inhibir con fármacos, se podría ralentizar o incluso parar la propagación de las células de glioblastoma, facilitando el tratamiento de los pacientes». Vázquez subraya que «el camino de la cirugía ha demostrado que es paliativo y que el tratamiento futuro del glioblastoma tiene que ir encauzado a la biología molecular y la genética».
De la misma forma que los tumores utilizan diferentes rutas, se hacen con un repertorio de estrategias para hacerse resistentes, evitar la muerte por quimioterapia y ganar terreno a otras células, «la fórmula para combatirlo también ha de ser combinada (multiterapias)», apunta Fernández Luna. «Hace cinco años, identificamos la ruta que facilitaba la proliferación de las células (¿por qué estas células proliferan más?); ahora la pregunta que nos planteábamos era ¿por qué invaden el tejido circundante? La respuesta reside en esta proteína. Está claro que la solución debe ir encaminada hacia el tratamiento biológico, con fármacos dirigidos a dianas concretas de la célula tumoral y que respeten las células normales del entorno. Una terapia inteligente que, además, evite efectos secundarios», concluye.
Fuente: http://www.eldiariomontanes.es